lunes, 24 de diciembre de 2012

La declaración del exilio




Necesito de la soledad. Justo ahora, en el momento en el que parece que todo el mundo me puede necesitar, yo quiero, anhelo, saboreo y gozo de la soledad. De esa soledad que nos hace vagar sin rumbo por horas, pensando realmente en nada. De la soledad que despierta en mi la excentricidad. De la soledad que nos ama como una mujer, nos protege como un padre y nos motiva como una madre.
Puede ser la búsqueda del marginado, pero radica más en la identificación con el idealista romántico. Es el autoexilio tan comúnmente adoptado por varios e ilustres hombres famosos de letras, música, pintura, fotografía, política, etc. etc…
Pero más que eso, es mi autoexilio de no necesitar, no querer estar y no buscar. A veces la vida común me asquea, me hostiga y fastidia. Mi esencia pura despierta de su sopor y me arrastra, con gran fuerza. Me recuerda que nunca volveré a la sociabilidad correcta, eso no existe para mí, siempre estará una parte que sabe que no encaja, que no corresponde. Que no debe estar.
He sido y seré más un cumulo de pensamientos, ideas, sentimientos y emociones que el ser humano básico y vago no podrá descifrar.
Lo que me corresponde hacer no es fácil, y es peligroso, porque puede varias veces con la vida normal interferir, puede golpear y llegar a devastar. Serán estos momentos de tiempo límbico en el que podré llorar, podré expresar mi pesar. Podré enfocar mi sentir y mi pensar. Aunque en el fondo, no llene ni satisfaga por completo mi soledad.
Me toca ahogarme en mi mismo, sólo por momentos, por buenos y orgásmicos momentos de excelso abandono hacia todo, hacia la sociedad, hacia la universidad, hacía la política, hacía la vida en esencia construida para todos los demás.

[1] Por: J.R.R.Falcón

No hay comentarios: