Era
un tranquilo medio día. El sol golpeaba con fuerza, sus rayos traspasaban las
plantas en el jardín. El silencio reinaba, la paz y la tranquilidad se sentían
al tacto en el aire. Los canarios comían tranquilamente en sus jaulas sin
emitir sonido. Tranquilos, como esperando. Sentando en un sofá, meditando
acerca de la vida, él estaba. La brisa era perfecta a pesar del calor y mecía armoniosamente
la cortina que lo acariciaba de cuando en cuando.
Ese
muy bello día se suicidó con un cortaúñas.
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