El calor lo despierta. Se levanta y se da cuenta de lo semidesnudo que está. Se pregunta ¿Por qué el calor? Y la respuesta está a su alrededor. Todas ellas durmiendo, tan cerca de él, unas abrazadas a otras y ella con él en la cama. Ahora parece recordarlo todo. La esquiva, baja de la cama y sale del cuarto.
Sale
directamente a un largo y lúgubre pasillo, apenas iluminado por unas pequeñas
luces rojas que emanan de pequeños candiles que cuelgan a lo largo. Al caminar
se da cuenta del dolor de cabeza que tiene. “Pinche tequila”, piensa. “Estaba
pesado.”
Al
final, el pasillo lo lleva a una pequeña sala. Esta apenas tiene una pequeña
mesita circular y dos sillones de madera muy elegantes, muy góticos. La sala
igual circular no tiene otra cosa más que libreros atestados que llegan al
techo y un mural en el techo representando la tentación de Lucifer hacía Eva.
Atraviesa la sala y llega a la cocina. Abre el refrigerador y saca varias
bolsas llenas de sangre. Las muerde y empieza a succionar…inmediatamente siente
como refresca.
Se
sienta algo fastidiado…parece que algo no le convence. Sobre la mesa hay un
libro “Rojo y negro”. Lo toma y lo abre en la página cuatrocientos ocho.
Intenta leerlo pero no puede, no se concentra. En un arrebato de frustración lo
cierra de golpe y lo avienta con fuerza hacía un pequeño mini bar que está
frente a él.
Las
copas y algunas botellas caen haciendo gran escándalo. Observa como el vino
empieza a fluir por el suelo…y, mientras contempla el suelo mira de reojo sus
uñas negras y blancas, cada color intercalado. Se levanta fastidiado, empieza a
dar vueltas por la cocina y de nuevo en un arrebato patea la silla, haciéndola
volar por los aires y despedazándola al mismo tiempo.
-¿Cuál
es tu pinche problema Adolfo?! Le grita ella desde la entrada de la cocina. Adolfo
voltea…su mirada seria, junto con el labial negro y el cabello chino despeinado
lo hace imponente. Ella se acerca y lo ve de manera retadora.
-Te
hice una pregunta, contéstame.
-¿Importa?
-Claro
que importa cabrón, ¡estás haciendo pedazos toda la puta casa!, le grita
histérica.
En
ese momento entran Claus y Yess a la cocina.
-¡Amo!
¿Está bien? Le dice Yess. Esto parece hacer enojar a Constance, que deja de
mirar a Adolfo y se dirige a Yess.
-A
ver putita, esto es entre él y yo, le dice Constance.
Yess
no responde. Pero Claus parece molesta
por la forma en la que le hablaron a su hermana, aparta a Yess y se acerca a
Constance.
-A
mi hermana no le hablas así. Esquinera de dos pesos.
-¿Qué
me dijiste? Pregunta Constance.
-Lo
que escuchaste, Constance, le dice Claus. Te dije de forma bonita, “puta
barata.”
Constance
muy molesta agarra a Claus del cuello y la empieza a asfixiar. Claus intenta
luchar pero Constance aprovecha ser más alta que esta y la levanta,
manteniéndola lejos, sin que le pueda causar daño. Yess grita en forma de
chillido y sus enormes colmillos se dejan ver, sus uñas crecen enormemente y se
lanza contra Constance. Pero Constance reacciona muy rápido y con Claus golpea
a Yess…las dos hermanas salen disparadas y golpean fuertemente el suelo de
cantera. Adolfo se dirige al mini bar, toma una copa que sobrevivió, abre el
mini bar y saca una botella de tequila “Corralejo” se sirve. Toma una silla y
se sienta.
Yess
se levanta. No teme a Constance. De una de las bolsas de su chaleco saca una
pequeña daga. Claus se levanta igualmente, crece, al parecer también de manera
voluntaria sus uñas hasta un tamaño considerable. Las dos se lanzan contra
Constance, la alcanzan a rasguñar. Pero ella toma a Claus de nuevo por el cuello
y la avienta con gran fuerza muy lejos, aún con Yess encima haciendo lo posible
para que esta no logre encajarle la daga, empieza a tantear el suelo y
encuentra una botella que rodó durante el arrebato de Adolfo. La toma y golpea
con ella a Yess en la cabeza.
Parece
que esto la ha dejado muy aturdida. Constance aprovecha esto, levanta a Yess y
coloca su cabeza sobre la chimenea…empieza a arder. Yess se empieza a retorcer
de dolor, grita y grita muy fuerte…pero en poco tiempo calla…todo su cuerpo
arde como una antorcha. Constance va por Claus, se coloca sobre ella y la
empieza a asfixiar.
Adolfo
camina, agarra del brazo a Constance y le dice: Ya amor.
Esto
parece calmar de forma considerable a Constance, quien sólo se levanta y ahora
muy tranquila se abraza a Adolfo.
-¿Qué
tienes amor?, le pregunta
-Nada…sólo
una pequeña ansiedad por crisis existencial, responde Adolfo suspirando.
-Esta
era la vida que querías amor, ¿no recuerdas lo emocionado que estabas cuándo te
volviste inmortal?
-No
vale la pena recordarlo, fue ya hace demasiado tiempo. Me he aburrido de la
inmortalidad, siempre creí que me daría un mundo nuevo, diferente.
-Y
nos lo ha dado amor…tenemos una riqueza con la que ya soñaría todo mortal
importante. Tienes mujeres al por mayor aunque me duela admitirlo.
-Eso
no es nada, ¿No has visto lo que ahora es este mundo? Hasta morir ha perdido el
chiste, armas modernas que con un botón acaban con todos. Autos, celulares y
sabrá dios que más madres “inteligentes.” ¿Mujeres? Sólo a ti te amo, por eso he
estado más de quinientos años contigo…ellas sólo son placer y esclavas.
Ya
no hay grandes y hermosos bosques, la cultura ha perecido en el mundo de la
producción. Bien lo dijo André Breton “Hoy nadie se escandaliza, la sociedad ha encontrado la manera de anular
el potencial provocador de una obra de arte, adoptando ante ella un placer
consumista.”
¿Vale la pena vivir en
estos tiempos? A veces extraño tanto la colonia.
-Amor, extrañas tiempos
que hace ya siglos que se han ido…¿Qué le extrañas? ¿La tranquilidad de las
ciudades coloniales? ¿Los bosques en dónde te perdías a escribir tú solo?
Déjame decirte que
extrañas, extrañas nuestra vida mortal. Somos un anacronismo, tú y yo. Siempre
sentiste que no encajabas en el mundo, que debiste haber nacido en la edad del
renacimiento, edad media, ¿Qué se yo?
Pero no fue así, y ahora
que lo has tenido todo, que has vivido y leído todo, nada te convence.
-Deberíamos estar
muertos.
-Quizá,
quizá amor…pero no es así, aprendamos a vivir con nuestra inmortalidad…porque ya
no hay marcha atrás.
-Siempre
odie vivir, nunca le agarre el gusto. Creí que la inmortalidad no sería una
vida, sino un mundo diferente, me perdí en su oasis.
-Si
lo que me quieres decir es que vas a renunciar…está bien, pero llévame contigo
amor, te lo ruego. Sólo una cosa, sabes que al renunciar de esta manera a la
inmortalidad…ya no habrá nada.
-Renunciemos
juntos mi reina, vámonos juntos…[i]
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